No existe absolutamente nada en ella, o acerca de ella, que asemeje un misterio, que trate siquiera, ni en una línea, de esconder su esencia y en últimas, su razón de ser. Lo que ves ante tus ojos es lo que tienes a disposición, lo que se lee en la ficha técnica es lo que hay. Pare de contar.
La trillada expresión: “en tiempos modernos de tanta sofisticación, encontrar una moto sencilla es como un soplo de aire fresco”, cae como anillo al dedo para resumir la esencia de las Royal Enfield Twin 650, sea la Interceptor o la Continental GT, juntas, cada en su estilo y con su enfoque bien definido, son ejemplo inmejorable de como en muchas ocasiones la fórmula más efectiva para deslumbrar se basa en la simplicidad de la interpretación de un concepto.
Química básica
Amo el sonido de un motor en V, no sé por cuál razón y tampoco me veo en la necesidad ni con el interés de averiguar la naturaleza de esta debilidad auditiva mía, que tal vez no sea muy profesional, y en cambio me limito a disfrutar irrestrictamente cada que tengo la oportunidad de escuchar el tronar de uno de estos motores, o el de esos que asemejan el resoplido de su escape al de uno en V; y este es precisamente el caso con el propulsor de las Twin, en principio, sinceramente, no sentí ni escuché nada que lograra sacudir una sola fibra dentro de mí cuando encendí el motor de la Interceptor, el día que fuimos con el Mono Muñóz (alias Manitas de Puerco), a la tienda de Royal en el Poblado a recogerlas para llevarlas al REunion, que tendría lugar el siguiente fin de semana en Montenegro, Quindío. Lo que sí me llamó la atención fue la ausencia de vibraciones en toda la moto, una característica (la de vibrar como taladro repercutor) muy de las motos de la casa, al menos en las que ya había tenido oportunidad de rodar. Tras esa primera impresiòn fue cuestión de rodar un par de cuadras para darme cuenta que algo serio estaba a punto de pasar.
La experiencia con la Interceptor fue breve, nada más que unas cuantas cuadras durante muy pocos minutos, porque al cabo de ese tiempo pasé a la GT, merced a que Manitas de Puerco no la quiso llevar bajo ninguna circunstancia argumentando que se trata de una moto muy incómoda y en la que no pasaría de la Pintada por los dolores y molestias que seguramente experimentaría en muñecas y cintura; reconozco que en principio, como muchas otras personas, estuve parcialmente de acuerdo con los lloriqueos de mi amigo, sin embargo, iría en contra de todo lo que alego si dejara a un lado una moto sin siquiera medio probarla, de manera que sin miedos ni gimoteos, recibí los papeles y la llave de la Continental para hacer uso de ella durante los siguientes cinco días, y que fuera lo que tuviera que ser, que si me dolía la cintura para eso hay pomadas calientes.
¡Obvio! las Twin de Royal no tienen motores en V, sino un bicilíndrico de cilindros paralelos montados sobre/entre un bloque motor que asemeja un yunque de herrería, no solo en su forma sino porque pesan casi lo mismo (siendo más pesado el dos cilindros), aún así el sonido que emana del par de escapes de la GT se asemeja irremediable y afortunadamente al de un motor en V por obra y gracia del calado del cigueñal con desfase de 270°). Unas cuantas cuadras de más con la GT, sumadas a las ya recorridas con la hermana, fueron suficiente para confirmar lo que había sonado con la Interceptor y rendir mis oídos a esa grave melodía de los dos cilindros. ¡Mala vaina! Porque eso ya empezaba a afectar mi imparcialidad y al final del primer día, ya en casa, contemplándola estacionada en el corredor, mentalmente se me escurrían las babas por ella, no se lo dije, y sin embargo ella lo sabía. Por delante me quedaban unos cuantos días para confirmar o romper el hechizo.
Quedó como cuco de striper
Los pare y siga de la vía que conecta La Pintada con La Manuela, en las partidas para Manizales y Pereira, son una bendición para cualquier motociclista, el que entendió entendió. Sobre todo por el tramo desde La Felisa hasta Riosucio, tómalo de ida o vuelta, hacia arriba o hacia abajo y no necesitas más explicación, sobre todo si has pasado cuatro día de puro romance con la moto que te lleva.
A esas alturas del partido, ya de regreso a casa luego de que culminara el tercer encuentro de Royal Enfield, ya era innegable para mí y para todos con quienes cruzaba palabra, el hecho de que había caído irremediablemente ante los encantos de la Continental GT, no era solo el sonido de sus escapes, era casi todo en ella. Su paso por curvas, la entrega de torque desde abajo (muy típico de los motores indo/británicos), la suavidad de la caja de seis velocidades, el trabajo de las suspensiones… Ella dista mucho de ser una moto perfecta, incluso de ser una moto ideal, tiene varios detalles por mejorar, como su desempeño a altas velocidades por ejemplo, y aún así es una máquina capaz de dañarle el corazón a cualquier motociclista.
Andando a ritmos normales las Twin se comportan sin tacha, el motor empuja consistente desde la parte baja del tacómetro sin titubeos ni “hipos” en cualquiera de los cambios, las vibraciones que transmite el propulsor al usuario son casi nulas, a lo mejor, como dijo un amigo, “el eje contra balanceador debe pesar 40kg”, y si es así no importa, porque consigue su cometido. Lo suyo no es subir escandalosamente de revoluciones, y tampoco le hace falta, el motor se siente cómodo llevándolo a ritmos calmados, igual que las suspensiones y el chasis. Por el lado de las primeras, barras convencionales de 41mm de diámetro y apenas 110mm de recorrido y dos amortiguadores hidráulicos regulables en precarga atrás con depósito de gas externo y recorrido de 88mm, tienen lo necesario para soportar los 200 y más kilos de la Twin más tu peso, el de un/a eventual acompañante y carga si encuentras dónde llevarla. El chasis tubular de acero soporta dignamente todo el conjunto también, pero a la hora de apretar el ritmo unas y otro empiezan a verse a gatas para aguantar las cargas y las inercias de toda esa masa.
Tampoco es como para escandalizarse, estamos hablando de llevar la moto realmente duro, al límite de sus capacidades, es entonces cuando se le siente un bamboleo en parte por la limitada rigidez del bastidor, en parte porque las suspensiones se quedan cortas para controlar todo ese peso, el resultado es que o le bajas al ritmo (lo más sensato y aburrido), o le mejoras las suspensiones (la trasera mejora mucho con solo aumentar la precarga de los resortes), o te acostumbras a ese bailecito y le sacas provecho a las llantas Pirelli que ¡mejor dicho! Se agarran más que velcro, y a los frenos asistidos por ABS ¡qué frenan! como ninguna otra RE que haya rodado antes. No importa qué tan duro o suave vayas, los frenos de estas hermanas no te van a defraudar.
De manera que vas jugado en ese tramo de curvas a diestra y siniestra, y lo único que sientes es el placer de viajar en una moto que parece conocerte de toda la vida y que, todo apunta a ello, responde a tus pensamientos si la tratas con buenas maneras. Y voltea casi como una moto más deportiva, y se siente como si tuviera un motor más gordo y como si marcara menos kilos en la báscula. Algo de lo que puede dar fe el atarbancito de la ST 1200 que nos cruzó justo antes del último pare y siga antes de La Pintada y al que le tocó comerse el polvo de la estela que dejó la GT mientras se le perdía en el horizonte.
El último día con la Continental GT Twin fue nostálgico, yo venía más tragado que cuco de striper, y es de esas tragas malucas en las que no importa los defectos que tenga, uno la acepta tal y como ella es. Antes de terminar el recorrido hubo un breve cambio de monturas con el Mono, desde el alto de Minas hasta la entrada al Valle de Aburrá, al cabo del cual pude confirmar que, en efecto, la Interceptor es bastante más relajada en su posición (pero el asiento me pareció más rígido y delgado que el de su hermana), que es más práctica porque tiene mejor autonomía de combustible gracias a que su depósito alberga casi un galón más de gasolina y porque incluye un soporte central para apoyarla (y de paso facilita los mantenimientos de cadena y demás), pero que a cambio sacrifica un poco del ángulo de inclinación de la GT. El Mono se bajó casi llorando de la GT por sus manitas y su cinturita, pero honestamente, luego de poco más de 1.000km a los mandos de la Continental puedo decir que la posición en ella, si bien no es la más cómoda, tampoco llega a ser una tortura como puede suceder en otras motos de su estilo, y con una buena postura y adecuadas pausas en el camino, se puede usar por muchos kilómetros sin experimentar dolores de septuagenario.
Lástima la limitada autonomía entre repostajes (de nuevo, esto para la GT), pero al que quiera estilo que aguante, aún así el promedio de consumo no es malo, hasta donde alcancé a llevar la cuenta me dió 89 km/g, nada mal; y digo hasta donde pude, porque al final del segundo día el velocímetro y con este el odómetro, se emocionaron más de la cuenta marcando velocidades y promedios fantasiosos. Este problema, me explicó el jefe de servicio técnico de la marca, se debió a que una de las guías por las que pasa el cable del velocímetro, halaba el cable hasta llegar a quebrarlo internamente, por eso han cambiado esa guía por un ojal para evitar que se siga presentando esta falla. Ojalá de fábrica mejoraran también un poco el desempeño de las barras y le aplicaran Loctite a los tornillos, porque uno no siente las vibraciones pero al parecer la moto sí.
Definitivamente tendría una, no es la más en nada, y no la tendría como primera moto, sino como alternativa a otras más funcionales, pero me encantaría verla en el pasillo de mi casa porque más allá de todos sus peros, más allá de todos sus kilos y sus “escasos” 47 caballos, para cuando se llegó el nefasto momento de regresarla a la vitrina, no podía dejar de pensar de qué manera ella, con su masa y su simpleza de líneas y carajadas había llegado a convertirse en un encanto para mí. Te das cuenta entonces que en medio de tantas opciones que incluyen un listado de siglas más largo que la ficha técnica, una moto simple, esta, con solo ABS e inyección electrónica, es capaz de ponerte los pelos de punta, tatuarte una sonrisa para el resto de tus días y hacerte entender y vivir la irresistible levedad de su ser.