La "velocidá" y su percepción en la moto

La "velocidá" y su percepción en la moto

Mi memoria no suele ser digna de elogios, y sin embargo hay cosas que (como a cualquier parroquiano), se le graban indeleblemente, como la marca del hierro hirviente en el cuero fresco de la pobre vaca. Por aquel entonces no tenía idea, primero de que se me había formado semejante recuerdo, segundo, que algún día me iba a servir para algo en absoluto. Debió ser allá por el año 99, ocurrió durante una entrevista en la que la Gurisatti le preguntó a Juan Pablo Montoya que sentía al manejar un fórmula Cart a más de 400 kilómetros por hora.

 

La respuesta del tipo, fiel a su estilo desparpajado, fue más un gesto que palabras: con las manos simulaba el movimiento del volante y le acompañaba con esa expresión que se hace con los ojos bien abiertos, las cejas encorvadas y los labios a medio camino entre que dan un beso o demuestran asco, ese gesto de “me importa un culo, no siento nada”. “Normal” fue la palabra que usó para describir la sensación que para la Gurisatti y cualquiera que como ella, o como yo, es algo increíble y se preguntase cómo carajos llega uno a superar esos límites. Lo importante de la respuesta no fue sin embargo el gesto o la palabra, sino el contexto que dio luego el piloto y que se puede resumir de la siguiente manera: Para llegar a manejar a 400 km/h el hombre no fue que un día se despertó y dijo hoy manejo a esta velocidad y ya estuvo, empezó bien pelao en los karts, luego pasó a la fórmula Renault, luego a la Barber Saab, la Vauxhall, la 3000 y así hasta llegar a la Cart, y con cada salto de categoría pasaba a motores más potentes, mejores chasis, suspensiones, llantas… pero sobre todo, con cada salto de categoría su cerebro se iba acostumbrando a las sensaciones y capacidades de la máquina lo que eventualmente le permitió, como a cualquier piloto profesional, ajustar sus reacciones, sus reflejos, a lo que implicaba andar a velocidades cada vez más altas. Aquí es donde la mayoría de quienes hacen uso de una moto de alto cilindraje meten las patas.

 

Independientemente de si se compra la moto para ir al límite, o para parchar en una salidita rutinaria, todos los seres humanos tenemos que acostumbrarnos a las sensaciones/capacidades de la moto que escojamos, y básicamente es por esto que en países con cultura motorista (por llamarla de alguna manera), no le dan el pase ilimitado  a cualquier asno cedulado para que maneje la moto que le venga en gana de primerazo. Hay muchas variables para esto de las que seguramente estaremos hablando en próximas entregas, pero una de ellas, la que hoy nos importa, es la de la capacidad que tiene el cerebro humano para asimilar las reacciones de una máquina en términos de la velocidad que esta pueda alcanzar, ahora, no nos referimos solamente a la velocidad tope de la máquina, sino, y de manera muy importante, a la velocidad de las reacciones de la moto a fuerzas como la aceleración y la frenada, las consecuencias que esas fuerzas tienen en nuestra cabeza y,  más importante, a la velocidad a la que reacciona nuestra cucurbitácea ante los factores mencionados anteriormente.   

Existe un decir en el motociclismo: es mejor sacarle el 100% a una moto pequeña que el 10% a una grande, entre otras cosas porque con la pequeña es más fácil ajustar las sensaciones y reacciones y por lo tanto ser capaces de tener un verdadero control sobre la máquina. Al respecto y como si hiciera falta, en el portal Common Tread publicaron un artículo acerca de cómo y por qué es más fácil sacarle el jugo a una Ninja 400 en lugar de hacerlo con una Ninja 1000, si parlas inglés te invitamos a leer el artículo, si no, acá te contamos más o menos de qué trata el tema porque este nos puede dar una guía acerca del punto que queremos dejar acá.

 

Al rodar a altas velocidades se genera una sensación de sobrecogimiento en el cerebro que puede derivar muy fácilmente en una reacción de pánico. Aquí cabe la pregunta ¿Cuánto es alta velocidad?

Según el artículo del portal norte americano, de acuerdo a un estudio realizado en 2015 por la universidad noruega de ciencias y tecnología de Trondheim, que basó sus resultados en pruebas medidas a 25, 50 y 75 km/h, podríamos decir que, para el cerebro, con los meros 25 km/h iniciales ya es suficiente, y es que los seres humanos estamos hechos para caminar, en el mejor de los casos, a unos 8km/h, de manera que cualquier número por encima de esto ya se puede considerar como alta velocidad para cualquier estudio científico.

 

El punto es que, a mayor velocidad, mayor sobrecogimiento para el cerebro, las cosas a nuestro alrededor suceden en lapsos de tiempo cada vez más breves e inversamente nuestros tiempos de procesamiento de la información, y por ende de capacidad de reacción van aumentando (haciéndose más lentos en relación a la velocidad a la que transitamos). Esto se debe a lo que llaman “flujo óptico”, que es el proceso durante “el cual la retina capta el entorno frente a nosotros y luego transfiere esta imagen al cerebro en forma de señales eléctricas (sic)… cuando somos nosotros quienes nos movemos, todo nuestro campo visual está en movimiento y la imagen fluye en nuestros ojos dando la impresión que los bordes de la imagen van más rápido que el centro de esta”.

 

 

El estudio de los noruegos prueba que al aumentar la velocidad de 25 a 75 km/h se produce un incremento en la latencia (demora en el proceso de los ojos de captar la información, transmitirla al cerebro y este en procesarla), de 50 milisegundos, lo que puede no parecer nada y generar risa, pero que en la marcha se traduce en metros recorridos sin reaccionar ante una eventual situación peligrosa. Adicionalmente en las conclusiones del mismo estudio se afirma “con menos neuronas afinadas a velocidades visuales más altas, las áreas sensibles al movimiento de un cerebro adulto parecen estar menos sintonizadas con velocidades relativamente altas de hasta 75 km/h”. ¡75 km/h, eso no es nada andando en moto! Puesto en palabras sencillas: Montoya no habría podido nunca subirse a un Cart y andar a 400 en una pista sin haber vivido el proceso de cada cambio de categoría y haber acostumbrado a su cerebro, y si ese tipo que es un salvaje para andar no podía haberlo hecho ¿Qué te puede hacer creer que vos sí puedes ir “al tope” de lo que da una moto grande en una vía pública y sin haber tenido un proceso de ajuste para tus sentidos?

Ahora, qué pasa con quienes dicen que no compraron su moto para correr o ir al límite sino para la vueltica suave? Ningún problema con eso. El problema reside en que así no se esté acelerando como un maníaco, cuando estamos hablando de máquinas de 100 o más caballos de fuerza capaces de alcanzar 100 km/h en un promedio de 4 segundos (o menos en muchos casos), igual se necesita un proceso de adaptación del cerebro a las respuestas de la moto, por eso hay tanto video en Youtube de personas que arrancan una motocicleta y se van de jeta contra el planeta cuando esta les coge ventaja, o que saliendo de la vitrina con su máquina reluciente terminan estampados contra el asfalto justo en la puerta del almacén por no tener en cuenta variables como el peso de la moto, la capacidad de aceleración, la falta de tracción de los cauchos nuevos, etc.

Volvamos por un momento al ejemplo del artículo de Zack Courts y su experiencia en un circuito con la 400 y la 1000. Dice el curtido probador y piloto norteamericano: “… la ZX-10R es 15 segundos más rápida… pero comparada con la 400 tiene un motor con cuatro veces más potencia y solo un 23% más de peso. … En el transcurso de una vuelta de 1:56.7 el acelerador de la ZX-10R estuvo plenamente abierto durante 25 segundos, o 21% de la vuelta. En la vuelta de 2:11.2 con la Ninja 400 el acelerador se mantuvo a tope durante 70 segundos, un 53% del total de la vuelta. …Como la ZX-10R tiene tanta potencia, modular la entrega de los caballos demanda mucho tiempo. Así pasé cerca de 50 segundos por vuelta controlando el acelerador, mientras que la 400 fueron apenas 26 segundos invertidos en esta operación. …Manejando la Ninja 400 fui capaz de poner las llantas en el mismo punto en cada vuelta, de ser necesario a pocos centímetros del borde de la pista y con la seguridad de sentir que tenía el control. Con los 200 hp de la ZX10 traté al máximo de replicar la consistencia y la precisión, pero fallé frecuentemente, lo que implica que no usé la trazada ideal y por lo tanto iba más alejado de marcar un buen tiempo”.

 

En otras palabras, llevar, o tratar de llevar al límite de las capacidades la moto grande (y esto en un circuito cerrado), demanda mucho más esfuerzo mental y físico a la vez que dificulta considerablemente el conseguir los resultados deseados, en términos de control, trazada, eficiencia. Hacerlo en la 400 por el contrario facilita todos estos aspectos con un plus muy importante: la sensación de control y seguridad que se tiene al hacerlo. Con esto no pretendemos decir, desde ningún punto de vista, que no se justifique o no valga la pena tener o andar en una moto grande, ni de lejos queremos decir algo así, en lo que sí queremos hacer énfasis es en que para poder disfrutar del exceso de caballos hay que ajustar primero nuestra maquinaria interna, y eso se consigue mediante la preparación y afinación de nuestras habilidades con la máquina, entender y respetar nuestros límites y ser conscientes de nuestras capacidades en relación a las capacidades de la máquina.

Que una moto de calle de hoy día ofrezca miles de posibles ajustes electrónicos entre modos de manejo, ajustes de suspensiones, control de tracción, ABS, etc., etc., no compensa en lo más mínimo la falta de ajuste, de preparación, del paquete de ravioles que tenemos entre las orejas, por más segura o anti bobos que sea la moto, esta nunca va a poder (al menos hasta la fecha), compensar el factor de falta de capacitación o estupidez de quien la conduce. Que no se nos olvide.

 Escrito por: Daniel Velandia 

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