ÉPICA: LA TRAVESÍA ORINOQUÍA 2015 PARTE 2

ÉPICA: LA TRAVESÍA ORINOQUÍA 2015 PARTE 2

Y sigamos con la segunda parte de la Travesía Orinoquía 2015, si no han leido la primera parte aquí.

Día 4: EnMoto Puerto Gaitán – La Primavera 311 km.

Para empezar el día solicité en la recepción del hotel que me enviaran por servientrega una maleta que llevaba que resultó ser un estorbo, y de paso empaque un par de cosas que me sobraban ya que había visto la importancia de aligerar el equipaje. Con la moto un poco más liviana arrancamos rumbo a una pesadilla. Unos 80 km. de carretera destapada afirmada con rocas gigantes y unos huecos en que las motos cabían perfectamente para sepultarlas. Íbamos muy rápido y no había forma de coger una línea en la que no sufriera la moto o el piloto. Sentía que cuando mermaba velocidad la moto me tiraba para los lados como si estuviera chuzada. Cuando paramos a tanquear en una tiendecita con gasolina de pimpinas, El Diablo miró mi rin delantero, y ¡oh sorpresa! 2 radios sueltos y 2 rinazos gigantes. Ouch.

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La Épica se estaba comportando a la altura, sin embargo sufrió los daños esperados de un viaje de este estilo.

El Diablo organizó el rin como pudo para poder continuar porque no teníamos la herramienta adecuada para apretar los radios ¿Cuándo va a pensar uno que necesita esa herramienta? de hecho la vine a conocer en este paseo y no es solo tener la herramienta, si no el conocimiento para covalar el rin, experiencia que nadie en el grupo tenía. Así que retomamos la dura carretera. Claro yo ya estaba nervioso pensando que el rin no iba a aguantar y que los radios se iban a desbaratar pero por suerte la carretera mejoró y cogimos nuevamente un buen ritmo. Paramos en una desviación para reagruparnos y de allí Alejandro y yo tomamos la delantera. Se nos puso la muñeca alegre y nos separamos del grupo.

Nos empezamos a preocupar…

Llegamos a un pueblito llamado El Viento, donde esperamos a nuestros compañeros en una sombrita de un árbol. Me posicioné en el letrero de bienvenida para tomarles unas fotografías a los amigos que venían detrás, pero pasaba el tiempo y no llegaban. Nos empezamos a preocupar y preguntamos a los lugareños a cuanto estaba “La Primavera” la respuesta fue “¡nooo sr! ustedes se pasaron se tienen que devolver a la desviación donde están las mulas”. Tuvimos que volver a tanquear para devolvernos. Alejandro salió a mil, pero yo opté por ir despacio temiendo un accidente o una varada, y era mejor ir con precaución ya que no sabíamos si nos reagruparíamos rápido con el resto del grupo.

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Si llegas acá, te perdiste.

La perdida solo fue de 17 kilómetros. Nuestros compañeros nos esperaban cómodamente acostados en una hamaca, mientras reparaban las 2 suelas de las botas de Horacio que se habían caído. Alejandro también sufrió daños, se le había caído la caja que contiene la batería de la moto. Procedimos a las reparaciones con la gran casualidad que habíamos dado donde un hombre que sabia de soldadura, zapatería y balanceo de rines  – por fin algo de buena suerte – El hombre le iba trabajando a las 3 cosas a la vez. Mirando de cerca las motos también nos percatamos que el tanque de la moto de Horacio se veía extraño. Lo bajamos y notamos que se reventó el soporte izquierdo del tanque de gasolina por lo cual hubo que soldarlo. Finalmente mientras revisaban los radios de mi moto resaltaba en el rin trasero un nuevo rinazo, ya iban 3.

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Encontrar gasolina no fue un problema, cada casa y parada contaba con pimpinas para tanquear. 

La parada de pits duró 2 horas y media. Una vez pudimos retomar el camino este se volvió un sueño. Llanuras con un camino central y varios laterales que se iban en paralelo y se abrían en el horizonte. Cada quien iba a su ritmo y por la ruta que quería sin molestar con el polvo a los otros. La tortura había quedado atrás y por fin ya era una divertida aventura. Lastimosamente no todas las desviaciones paralelas volvían al camino principal. Me fui por una en la que mis compañeros desaparecieron de mi vista. Me perdí. El camino central no se veía, así que me salí del camino cortando por un potrero intentando volver a la vía principal. El riesgo de cortar por los potreros era no ver un alambre de puas y acabar en el piso o peor desnucarme, como casi le pasa al Diablo una vez. Me entró un poco de miedo así que opté por devolverme hasta la desviación y retomar el camino central. Aprendizaje, mantenerse unidos y no ponerse a inventar.

Afortunadamente después de mucho rato los ubiqué.

Diariamente en la carretera uno por mucho veía unos 5 a 10 vehículos y a lo máximo 5 personas. Las carreteras son prácticamente inexistentes pero tienen señalización de “prohibido adelantar”, “curvas”, y “animales en la vía” pero muy pocos letreros para ubicarse, o la distancia al siguiente pueblo. Perderse acá puede ser fatal. No hay a quien preguntarle por direcciones o si vieron pasar a sus compañeros. Tuve que apretar el acelerador y tratar de alcanzarlos, pero esta no es la opción más inteligente, ya que en caso de que tuviera un accidente mis compañeros demorarían mucho en encontrarme o en el peor de los casos ni lo harían. Mantener la calma y la cabeza fría es aconsejable. Afortunadamente después de mucho rato los ubiqué.

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Cantando victoria antes de tiempo. Y yo pensando que habíamos llegado.

“Bienvenidos al Municipio de La Primavera”. Un aviso nos daba la bienvenida y no pudimos estar más felices porque habíamos llegado. Horacio, Juan B y yo matados tomándonos fotos y celebrando el descanso. Pero la realidad era otra. Aún nos faltaba un trecho bien largo. La Primavera está ubicado en el departamento del Vichada, tiene una población de 14.344 habitantes y fue fundado en 1959 por Raimundo Cruz y elevado a municipio en 1987. Su economía gira en torno a la agricultura y la ganadería y se puede acceder a él por vía aérea, fluvial por el río Meta y terrestre pero sólo en verano.

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La arena suelta no fue tan complicada como nos la imaginamos inicialmente, sin embargo, si hay que tener cuidado.

Ese día dormimos en La Riviera Hotel, un hotelito pequeño y muy bonito, con empleados supremamente pendientes de nuestras necesidades. Esa noche teníamos el hotel completamente para nosotros. Un baño muy largo para descansar los kilómetros y salimos a comer. La Primavera es un pueblito muy pequeño, muy calmado y de gente muy amable. Como en el Dakar, comimos y retornamos al parqueadero a realizarle mantenimiento a las motos, lubricar cadenas, lavar filtros de aire, apretar tornillería, y ver si había pasado algo más. Después por fin pudimos dormir.

Día 5: EnMoto La Primavera – Puerto Carreño 500 Kms

Un suculento desayuno nos esperaba a las 5:45 de la mañana, huevos al gusto, fruta, un delicioso pan, jugo y café. De todo el paseo fue el mejor desayuno que nos comimos. Pudimos arrancar recargados de energía. La ruta inició con la temida arena suelta en unos tramos, pero era relativamente fácil para la práctica que habíamos adquirido. Uno de los únicos letreros que vi con indicaciones en todo el paseo decía “Puerto López a la Izquierda” y derecho “Base militar Marandua”; seguimos derecho ya que era la ruta acostumbrada por El Diablo. Después de un largo trecho vimos unos caminos cerrados y llegamos a una casa  donde nos dijeron que nos debíamos devolver hasta el letrero que habíamos pasado y girar a la izquierda como indicaba el mismo.

DSC03356De las pocas señales que había en el camino.

Arrancamos rápido a devolvernos ya que la ruta hacia sido muy fácil de ida, por lo que íbamos muy confiados. Yo iba con Alejandro a un lado. En un hueco se levantó un polvero miedoso y vi al hombre volar sobre su llanta delantera de cara hacia el piso. Ver a alguien caerse nunca es bueno. Detuve la moto como pude y salí corriendo a socorrerlo. Al llegar noté que no podía respirar bien, pero estaba despierto y quejándose un poco. Le desabroché la pechera, el sistema de hidratación y le urgí que no se quitara el casco, pero este hizo caso omiso. Por suerte no había lesiones en la cabeza. Esperamos un rato a que tomara aire y llegaran los otros para ayudarme a pararlo. Al parecer no había fracturas ni nada por el estilo. “Me duelen las vísceras” decía. Paramos la moto y aunque estaba aporreada, manubrio doblado, tacómetro arrancado y otros daños menores, esta todavía funcionaba. Sin embargo él se seguía quejando del dolor intestinal. Decidimos seguir hasta una casa que había mas adelante para ver como procederíamos, y dejarlo descansar un poco.

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Por más que intentamos no hubo manera de coger señal, de todas formas Juan B hizo todo lo que pudo.

Por suerte nos recibió gente muy amable. Alejandro se seguía quejando del dolor e intentamos llamar a un doctor para consultarlo. Desafortunadamente ninguno tenía señal en su celular. El señor de la casa nos dice “¡Súbase a ese árbol que ahí le coge Claro!” nos miramos algo incrédulos, pero procedimos. Juan B se trepó al árbol más movido del viaje. Pudo ser la parte más charra de todo el paseo. El árbol se movía con las fuertes ventiscas y Juan B hablaba a los gritos y yo a las carcajadas. No sirvió de nada el método del árbol, le preguntamos a la señora que operador tenía y nos respondió “yo soy Alcatel” – jajajajaja. Aprovechamos para arreglar una llanta chuzada de la moto de Juan B, mientras tranquilizábamos a Alejandro. Él tomó la decisión de no seguir más. Íbamos a regresar a La Primavera a buscar un hospital para hacerlo evaluar. Cambié de moto con él, para yo irme en la herida XR650L y el irse en la más liviana KLX250, que le resultaría más fácil.

Una vez en el Hospital él se sentía mal, y se veía peor. Lo dejé en la consulta mientras le averiguaba un tiquete de avión. Lamentablemente en la aerolínea me dicen que ya salió el vuelo, que la única forma de salir de afán es un charter, nada barato. Alejo me estaba entregando a regañadientes el dinero para separar el vuelo cuando una enfermera me dice “¿Ya fue a la otra aerolínea?” Yo ni sabía que había más. Allí me dijeron que la avioneta llegaba en 20 minutos y que costaba mucho menos que el pasaje charter. Perfecto, Lo compré de inmediato y me regrese para el hospital donde tuve que sacar a la carrera al paciente y despacharlo para el aeropuerto en un mototaxi, mientras yo me quedaba solucionando los trámites del paciente que salió sin darle de alta, y así, finalmente pudimos mandarlo para Villavicencio. Ahora la labor de conseguir en que despachar la moto hasta el Hotel en Puerto López, la resolvimos con un camión de carga que llevaba bultos de cebolla que muy amablemente nos ayudó. Moto montada y amarrada y aunque un poco temerosos por la moto le tomamos foto al camión, al conductor, a la placa, le dimos bendición y a retomar nuestro rumbo.

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Al lado de las cebollas viajo la XR650L mientras Alejo buscaba atención médica en Villavicencio.

Mientras estábamos tanqueando – nuevamente – se nos acercan 2 militares que venían en bicicleta resoplando; llevaban un rato buscándonos por el pueblo. “Señores, buenas tardes somos del batallón y trabajamos en la emisora, nos enteramos que andaban por acá y quisiéramos que nos regalaran un saludo para los radioescuchas” – como no acceder – y muy amablemente los soldados se tomaron una foto con nosotros, prendimos las motos y continuamos nuestro camino cada uno con un recuerdo de nuestro querido Ejercito Nacional, y una manilla muy bonita que nos recordaba a nuestros Héroes de la Patria.

Me tuve que detener, era el atardecer más bonito que había visto en mi vida.

Nuevamente en el desvío a Puerto Carreño la vía se puso súper buena una arena gruesa y dura en el centro de la vía y suelta en los extremos. Si te salías era difícil controlar las motos. Esta parte de la vía tenía muchas variaciones en el paisaje, unas rectas interminables con sembrados a lado y lado de la carretera de reforestadoras tanto nacionales como internacionales. De hecho nos dijeron que hay hasta empresas de África reforestando en esta zona. De pronto llegábamos a zonas que tenían curvas y lomas, y nada de sembrados, para nada monótono. Se acercaba el final de la tarde y me dio por mirar para atrás cuando vi un gigante sol naranjado que caía lentamente en el firmamento. Me tuve que detener, era el atardecer más bonito que había visto en mi vida. Dejamos por un momento el afán que teníamos de que nos cogiera la noche en el destapado para disfrutar tan sublime momento, me bajé de la moto saque la cámara y todos empezaron a llegar y a posar con el sol a sus espaldas.

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¿Dónde más puedes ver el sol de este color? la aventura épica valió la pena.

Llegó lo inevitable, la noche, y para sumarle a nuestra desgracia la carretera ya no era llanura abierta en la que el polvo se asentaba fácil con el viento si no que había arboles sembrados a lado y lado de la carretera. Yo iba atrás con Horacio, no veíamos prácticamente nada con las luces de las motos. Por suerte me acorde de un accesorio que Mastech me instaló y no había estrenado, un par de exploradoras LED que nos ayudaron como jamás lo imagine. Excelente. Definitivamente esta es una carretera en la que no quieres que te coja la noche.

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Fue sin duda el panorama más hermoso del paseo.

En el letrero de “Bienvenidos a Puerto Carreño” paré a darle gracias a Dios que habíamos llegado completos sin más inconvenientes y a tomarme la foto de la “meta” que teníamos en nuestra cabeza. Abrazos, gritos de felicidad y unas caras cansadas era lo que nos quedaba de este día, además de la incertidumbre de que había pasado con Alejandro. Nos pusimos en contacto con él tan pronto pudimos y nos comentó que ya estaba en Medellín, en observación en un hospital. Puerto Carreño es la capital de Vichada, su población es de 10.034 habitantes, y es la frontera con Venezuela. Esta es una pequeña población, fundada en 1922, sobre la confluencia de los ríos Orinoco y Meta. A partir de su puerto fluvial se realizan las actividades comerciales y de transporte de mercancías del departamento con la capital de Colombia. Se puede acceder a el por vía aérea, fluvial, desde Villavicencio o Puerto Gaitán, por el río Meta o terrestre desde Puerto Gaitán.

Entramos a Puerto Carreño y ubicamos nuestra siguiente morada, hotel Los Delfines o «The Dolphins Resort Spa All Inclusive» como lo llamaríamos nosotros. Resulta que el fin de semana siguiente coincidía con un torneo de pesca, así que todos los hoteles estaban completamente reservados menos este. El hotel no se veía tan malo como lo era. Por un lado debíamos entrar las motos arrastradas por la recepción para parquearlas al lado de la piscina donde no estaban para nada seguras, una vez en la habitación en la jabonera del baño me encontré varios jabones usados y no precisamente por mí. Para retamar salimos a la piscina a tomarnos una cerveza y conversar solo para ver flotando en el agua un paquete de rosquitas y un paquete de salchichas. Creo que ya dedujeron el porqué del nombre que le pusimos.

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El centro estaba a unos 10 minutos caminando y ahí estaban los restaurantes, nada fuera de lo común, pedimos una carne a la plancha y aprovechamos para reunimos con nuestro lanchero y guía al día siguiente, Elver Montoya. Nos hizo un breve resumen del itinerario del día siguiente.

La travesía Orinoquía marcaba ya 997,8 Kilómetros marcaban desde Puerto López a Puerto Carreño. 3 días, 1 persona menos en el grupo era el precio que nos costó llegar hasta acá, pero la aventura aun no paraba. En la última parte de la Travesía Orinoquía 2015 todo sobre los atractivos turísticos de Puerto Carreño y el retorno a Medellín.

Continúen con la parte final aquí!

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